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Una persona enferma del corazón tiene que enfrentarse a un reto muy difícil al ser diagnosticado con alguna enfermedad cardiovascular; que es el cambiar su estilo de vida y enfrentarse a él mismo, “¿Por qué cambiar?”, “de algo me tengo que morir”, “algún vicio debo de tener”, “esto es pasajero” y “ya me siento bien”. Son algunas de los pretextos que ponen los pacientes para justificar el no cambiar sus hábitos.
Cuando a un paciente se le informa que tiene una enfermedad, puede tener diferentes respuestas ante esta noticia; Puede negarlo, puede tener temor a la muerte y obedecer todas las sugerencias del médico, otros no aceptan la enfermedad y la hacen a un lado como si nada hubiera pasado y siguen su vida igual.
La parte más importante del tratamiento en las enfermedades del corazón, es el cambio en el estilo de vida. Este cambio tan fácilmente mencionado y pocas veces realizado, consiste en que el paciente cambie esos hábitos nocivos que ponen en riesgo su vida, que empeoran su enfermedad y que si no se llevan a cabo, ni el tratamiento más novedoso, ni el medicamento más caro, podrá tener un efecto benéfico a su favor.
La mejor motivación para cambiar, es: el conocimiento de su enfermedad.
Esta información, que es pocas veces solicitada por el paciente, lo lleva a tomar una decisión más adecuada para la situación en la que se encuentra. Siempre, las órdenes de un médico dadas en forma autoritaria, tienen el mal pronóstico de ser rechazadas y descartadas en forma automática por el paciente, que aún no asimila la importancia de la enfermedad en su vida diaria. Pero, si el paciente pregunta, se informa, e intenta cambiar, seguramente el médico podrá apoyarlo de varias maneras para lograr ese cambio.
En esto radica el poder de cambiar y en este poder está, el futuro del paciente. Ese poder de adaptarse a una nueva situación, que es la enfermedad y de hacer en forma inteligente los cambios en su vida para cambiar su presente y pronóstico de la enfermedad, es la mejor medida que el paciente puede hacer por sí mismo.
Cambiar no es fácil. Hay que hacer a un lado temores, prejuicios, tabúes y una serie de pretextos que se vienen arrastrando durante la vida y que nos impiden mejorar como personas.
La mayoría de los programas de apoyo para los pacientes con estas enfermedades, se basan en la educación y el consejo sobre la enfermedad para que el paciente sea responsable de su enfermedad y que sea consciente de la importancia de su participación activa en el tratamiento. El cambio en el estilo de vida, en forma positiva, es parte fundamental del tratamiento actual de las enfermedades cardiovasculares, y es indispensable para el éxito de los programas de Rehabilitación Cardiaca.
Todos tenemos el poder de cambiar. Es cuestión solo de intentar por convicción propia, con el apoyo de la gente cercana, y de la misma manera que quienes tienen un reto similar: un día a la vez.